martes, 30 de agosto de 2011

Leonardo Da Vinci, el gran cocinero

¿Sabías que Leonardo Da Vinci, además de ser pintor, escultor e inventor, fue cocinero? Conoce cómo esta mente genial se adelantó a su tiempo con innovaciones importantes en el arte culinario, que son útiles hasta nuestros días.

Por Mauricio Armendariz


Leonardo Da Vinci fue pintor, escultor, ingeniero, arquitecto, físico, biólogo, filósofo, geómetra, botánico, modisto, inventor de juegos de salón y de utensilios de cocina, cartógrafo, autor de tratados de óptica, diseñador, decorador... ¡y cocinero!
Nació en Italia en 1452 en Vinci, (Italia) cerca de Florencia, muchos lo han considerado como el pintor más grande de la historia. Sus obras, La Gioconda, La última cena, La adoración de los Reyes Magos, La anunciación en el Monte Olivo, La Dama del Armiño, La Virgen de las Rocas, son claras muestras de ello.

El gusto de Leonardo por los dulces y la cocina en general, le acompañó toda su vida; desde muy joven descubrió su interés por éste arte. Su carácter fue decisivo en su carrera gastronómica; su inventiva quedó reflejada en las recetas, muy extrañas para la época, por la arriesgada combinación de elementos, y sobre todo por su presentación.
Por ejemplo, con motivo de la boda de la sobrina de Ludovico Sforza, (Gobernador de Milán en ese tiempo), Leonardo presentó a su señor una muestra del menú para la ocasión que incluía desde una anchoa enrollada descansando sobre una rebanada de nabo tallada en semejanza de una rana, hasta los testículos de un cordero con crema. Tanta novedad y extravagancia asustó al gobernador Ludovico, acostumbrado a cenas donde se servían enormes bandejas de huesos de vaca y otras de carnes rojas.
En su Libro llamado Notas de Cocina propuso recetas delicadas y en porciones pequeñas en un tiempo en el que abundaban los glotones. La gente adinerada comía grandes cantidades de carne hasta casi caer en el suelo por el hartazgo, y a falta de tenedores y servilletas, usaba los dedos y limpiaban sus manos estrujando a conejos vivos amarrados junto a la mesa. De hecho fue Leonardo, guiado por la idea de evitar el sufrimiento animal, el supuesto inventor de la servilleta para que limpiaran sus manos en ellas.
Este libro recupera las notas que él fue escribiendo durante su estancia en el palacio de su mecenas Ludovico Sforza, y recoge recetas diseñadas por él, más parecidas a lo que hoy se conoce como nouvelle cuisine que a los grandes banquetes típicos de la época.
Además nos muestra según sus propias palabras los platos destinados a "los pobres" y a las "gentes groseras". Una parte de esta obra está dedicada a los modales en la mesa, algo que en aquella época no se tenía demasiado en cuenta.
Tanto sus recetas como sus reglas de comportamiento fueron ignoradas por sus contemporáneos. Aún más tristes fueron sus incursiones en la gastronomía pública. Fue jefe de cocina en la taberna Los tres Caracoles, situada a un lado del puente Vecchio, en Florencia, y luego se asoció con Sandro Boticelli, también pintor, para montar una cantina.
Una de sus preparaciones favoritas era puré de nabos con rodajas de anguila. Durante dos largos años y cerca de nueve meses, realizó cientos de bocetos de alimentos, como los 'huevos cocidos con rebanadas de zanahoria' o el 'muslo de focha' (ave nadadora de plumaje negro con reflejos grises, pico y frente blancos, alas anchas, cola corta y redondeada y pies de color verdosos amarillento).
Leonardo tuvo un talento muy especial para adelantarse al futuro. Entre sus inventos más famosos están el tenedor, el paracaídas, el vehículo blindado, los zapatos para caminar sobre la nieve y flotar sobre el agua, la bicicleta, el barco entre otros.

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